jueves, 7 de febrero de 2008

Economía e historia del arte 8: el retablo de Mérode, de Robert Campin






Título: El Retablo de Mérode
Autor: Robert Camping
Medidas: 120x64cm.
Lugar de conservación: Metropolitan Museum, New York.
Fecha: 1422-1430


Que el arte era monopolio de los más poderosos ha sido una constante en la historia es un hecho, pero no es óbice para que junto a los aristócratas, reyes y grades clérigos aparezcan personas de las más bajas condición, principalmente al representar episodios de las Sagradas Escrituras o pasajes de las vidas de los santos, pues, al mencionarse en ellas gentes de toda condición, los artistas representaban también a campesinos, artesanos y otros personajes de cualquier extracción basados en la realidad que vivían. En este retablo, llamado de Mérode, se representan, junto a los donantes representados a la izquierda, la Anunciación a imagen de familia burguesa y a un artesano como José en la imagen derecha que el artista representó copiando lo que veía a su alrededor. El José aquí representado es prácticamente una imagen verídica de otro tiempo que nos muestra la rutina de un artesano del siglo XV.

En este retablo, ni María ni el arcángel Gabriel enviado por Dios llevan aureola. Lo único que diferencia esta imagen de cualquier realidad cotidiana del momento son las alas del ángel y de una minúscula figura desnuda que entra por la ventana circular delantera y se desliza sobre siete rayos dorados directamente hacia María. Se trata de Jesús, y la cruz que lleva sobre los hombros significa que salvará a la humanidad mediante su sacrificio. Por tanto, no hay aureolas, ni Espíritu Santo en forma de paloma, ni arquitectura eclesial o palaciega; en lugar de ello, aparece una estancia de mediano tamaño con una mesa, un banco, una ventana y una chimenea, representados con un gran detallismo y esta tabla central constituye una de las primeras representaciones de una estancia burguesa. Pero, pese a todo, muchos de los detalles pintados con tanto realismo encierran un importante significado teológico: los lirios blancos del jarrón de cerámica, la toalla blanca y la palangana representan la pureza de María; la ausencia de puertas y la ventana entreabierta hacen referencia a su vida retirada; por otro lado, María no está sentada en el banco, sino delante de éste, en señal de humildad. María está leyendo un libro, pero no cualquiera, sino las Sagradas Escrituras, evidenciadas por sus páginas ribeteadas de oro que se advierten en el primer plano, pero no lo toca con las manos, sino con un paño, signo de respeto por la voluntad de Dios; de la misma manera, el respaldo del banco está rematado por dos leones, que aluden al trono del rey Salomón y, con ello, a la sabiduría de este rey. Es poco corriente, en cambio, la vela recién apagada: la llama acaba de apagarse en ese mismo momento como evidencia el humo que sale de ella, a causa del espíritu santo que ha descendido sobre María dejándola encinta de Jesús. Todo hecho sobrenatural, por lo tanto, es encubierto bajo la forma de una estancia burguesa cotidiana en el siglo XV.

Si bien la Anunciación es una representación habitual, no lo es que en ella aparezca José. Él no tiene ninguna función en este episodio de la Biblia, por lo que su presencia en este tipo de cuadros es escasa. Sin embargo, este tríptico pertenece a una de las pocas excepciones que hay al respecto: San José aparece representado en la tabla derecha como artesano. La exactitud con la que se han reproducido las numerosas herramientas, así como la concentración del santo al colocar la broca revelan la importancia que tenían, tanto para el pintor como para los personajes que encargaron el tríptico, esta profesión y su posición social. No era algo habitual, como ya se ha señalado: mientras la Iglesia y la aristocracia fueron los únicos mecenas, no se prestó ninguna atención a los artesanos, pero, durante los siglos XIV y XV, el crecimiento de las ciudades favoreció el incremento del poder y de la conciencia de la clase burguesa, que quería ver reflejado su propia concepción del mundo y su vida cotidiana en los cuadros que encargaban. Un detalle curioso es la ratonera que se observa sobre la mesa de trabajo de José: junto a las herramientas y los clavos hay también una cajita de madera que se ha identificado con una ratonera y cuya reconstrucción ha demostrado que funcionaba, pero que su significado teológico en la pintura todavía sigue siendo objeto de debate.

Por tanto, a pesar de lo terrenal que es el tríptico, repleto de objetos cotidianos sencillos, la obra alberga misterios, como la pared que separa la habitación de María del jardín de la izquierda: en el lado de María la pared no tiene puerta, pero en el otro sí. Esta contradicción se suele explicar a un nivel más elevado de significación y símbolos, pues el cuarto cerrado de la virgen haría alusión a que la Virgen vive apartada e intacto, mientras que el donante sueña que ella se ha hospedado en su casa. Él ha abierto una puerta desde fuera, ve a la santa madre con sus propios ojos y quizá la intención del donante es que le conceda una familia, herederos, con la mujer que tiene al lado que, con la mirada baja y tocas de casada, parece orar junto a su marido.
Bibliografía:
"Los secretos de las obras de arte", de Rose Marie & Rainer Hagen, Tomo I, Taschen, 2000.
"Historia Mundial del Arte", Hugh Honour & John Fleming, Akal, 2004.
Rocío Martínez López

No hay comentarios: