Título: El banquete nupcial
Autor: Pieter Brueghel el Viejo
Fecha: hacia 1567
Medidas: 114x164 cm.
Lugar de conservación: Kunsthistorisches Museum, de Viena.
Cambiando de registro, volvámonos un momento al mundo campesino del la Edad Moderna. Los campesinos representaban prácticamente el 90% de la población europea de la Edad Moderna y la agricultura era el medio de subsistencia principal en el que se basaba en la sociedad moderna y era la actividad de la que dependían todas las demás. Pero, aparte de todas las actividades agrícolas y cotidianas que llevaban a cabo a cuyas imágenes estamos más o menos familiarizadas, sus fiestas y celebraciones son menos conocidas a nivel general y este cuadro es uno de los más representativos de la celebración principal en la vida de los campesinos: el matrimonio.
La fiesta se celebraba en el granero de una granja; para la comida se ha dispuesto tableros sobre caballetes, ya que en el siglo XVI no había mesas grandes, ni siquiera en las casas pudientes. El caballero vestido de negro en el borde derecho ha tomado asiento sobre una tina boca abajo y el resto de los convidados está n sentados en toscos bancos. La única silla con respaldo se le ha ofrecido a un anciano, quizá el notario que había establecido el contrato matrimonial. En el respaldo del banco largo se han colocado estampas que se vendían durante las fiestas religiosas y las romerías. Dos hombres en el primer plano están sirviendo las escudillas de sopa, utilizando para ello una puerta a modo de bandeja y, aunque ambas figuras no son más que sirvientes, el hombre de la izquierda es el personaje más grande de todo el cuadro, realzado, además, por el colorido de su traje. Probablemente el artista no pretendía otra cosa que estabilizar una compleja composición: las dos diagonales formadas por los convidados de las filas delanteras convergen en este personaje y los bordes posteriores de su delantal están marcando el eje central. En el sombrero lleva unas cintas colgando, igual a las que los músicos han atado en sus instrumentos o muy similares a las que asoman por debajo de la camisa de otros hombres. Utilizadas habitualmente para atarse los pantalones, cuando se llevan atadas al sombrero o a los instrumentos estas cintas servían como insignia de un grupo determinado, señal de que los jóvenes se divertían en sus propios grupos cerrados incluso dentro de fiestas más multitudinarias.
Dos gravillas de trigo aparecen sujetas por un rastrillo que tiene el mango metido entre el gran apilado. A primera vista no se aprecia que todo el plano de fondo se componga de paja o de espigas, ya que se diferenciaban muy poco del suelo de tierra batida. También se podría pensar en un muro, pero el rastrillo hundido en la paja y en los ganchos de la horca que sujeta el paño verde detrás de la novia , así como las espigas que sobresalen en el cinto superior de las pilas de trigo, muestran a las claras que Brueghel quería representar algo especial. La imagen de un granero rebosante tenía hace 400 años un significado distinto al de los tiempos de excedentes agrícolas. Los cereales eran los elementos básicos de la alimentación y, en forma de pan o de sopas constituían la parte esencial de una comida. El espectáculo de un granero bien repleto significaba para los campesinos de la Edad Moderna pasar un año sin hambre, plaga que habitualmente golpeaba a la parte más indefensa de la sociedad europea.
El hombre con el traje negro de mangas abullonadas es probablemente el propietario de la granja; es imposible determinar si se trata de un burgués adinerado o de un aristócrata , ya que el privilegio nobiliario de llevar espada no se representaba de forma estricta. La nobleza y el clero, siendo los dos estamentos privilegiados, tenían una importante relación, lo que explica el hecho de que, en esta imagen, quien esté hablando con el aristócrata no sea ninguno de los numerosos campesinos, sino precisamente el monje, representante del estamento eclesiástico dentro de la composición. La cuchara en el gorro del servidor que aparece junto a ellos le señala como un pobre, concretamente considerado por los expertos como un jornalero. Los campesinos sin tierra y sin medios se convirtieron en trabajadores temporales que eran contratados durante la cosecha, la trilla o, incluso, durante las fiestas. En general, vivían en cabañas, eran nómadas que acudían allí dónde había trabajo o con la esperanza de conseguir una escudilla de sopa o un mendrugo de pan, por lo que iban siempre con aquella cuchara de madera con la que se le representa en la pintura.
En la esquina inferior izquierda vemos a un hombre llenando un jarro con algún tipo de bebida que no podemos identificar con seguridad. El jarro que se está llenando aquí es un recipiente para los hombres, ya que las mujeres, como observamos en la mesa, utilizaban jarras mucho más pequeñas. Seguramente sería vino o cerveza, ambas bebidas muy populares en la zona de los Países Bajos del siglo XVI, pero no identificamos ningún signo de embriaguez entre los comensales, aunque seguramente esto cambiaría con el paso de las horas, pues las fiestas matrimoniales duraban varios días en los que los excesos de todo tipo eran continuos.
Pero, aunque la novia, coronada y en el centro de los comensales, está perfectamente identificada, no podemos reconocer al novio entre todo el resto de comensales que acuden a la celebración. Quizá es el hombre que está llenando los jarros cuyo sitio, a la cabecera de la mesa y tapado por uno de los servidores, parece libre. En este caso estaría flanqueado por dos hombres, al igual que la novia lo está por dos mujeres. Pero, parece ser que había banquetes de boda a los que el novio no estaba invitado, ya que el día de la boda se consideraba ante todo el día de la novia. El sitio de la novia se pone de relieve mediante el paño verde a sus espaldas y la corona nupcial colgada sobre su cabeza. La novia en sí aparece inmóvil, con los ojos entrecerrados y las manos cruzadas, porque por aquella época la novia no debía hacer absolutamente nada el día de su boda, pues en una vida llena de trabajo, debía descansar por lo menos una vez. Tan sólo el noble y el clérigo aparecen asimismo con las manos cruzadas, pues tampoco trabajan físicamente. El resto aparece siempre haciendo alguna actividad.
La novia se distingue además del resto porque tiene la cabeza al descubierto, pues muestra por última vez de tal modo su cabellera en público, que desaparecerá muy pronto bajo la cofia característica de las mujeres casadas de los Países Bajos. Sobre la cabeza lleva una corona, la llamada corona nupcial cuyo valor se fijaba en muchas regiones. También se determinaba el número de invitados, cuántos platos se servirían durante la comida y el precio de los regalos ofrecidos a la novia. Las autoridades justificaban oficialmente estas reglamentaciones para proteger a las familias de hacer gastos excesivos, pero probablemente también sería un método de diferenciación social, evitando que los no privilegiados, independientemente de su posibilidad económica real, hiciera un dispendio que los aristócratas consideraban que sólo debían estar al alcance de los de su estamento.
Autor: Pieter Brueghel el Viejo
Fecha: hacia 1567
Medidas: 114x164 cm.
Lugar de conservación: Kunsthistorisches Museum, de Viena.
Cambiando de registro, volvámonos un momento al mundo campesino del la Edad Moderna. Los campesinos representaban prácticamente el 90% de la población europea de la Edad Moderna y la agricultura era el medio de subsistencia principal en el que se basaba en la sociedad moderna y era la actividad de la que dependían todas las demás. Pero, aparte de todas las actividades agrícolas y cotidianas que llevaban a cabo a cuyas imágenes estamos más o menos familiarizadas, sus fiestas y celebraciones son menos conocidas a nivel general y este cuadro es uno de los más representativos de la celebración principal en la vida de los campesinos: el matrimonio.
La fiesta se celebraba en el granero de una granja; para la comida se ha dispuesto tableros sobre caballetes, ya que en el siglo XVI no había mesas grandes, ni siquiera en las casas pudientes. El caballero vestido de negro en el borde derecho ha tomado asiento sobre una tina boca abajo y el resto de los convidados está n sentados en toscos bancos. La única silla con respaldo se le ha ofrecido a un anciano, quizá el notario que había establecido el contrato matrimonial. En el respaldo del banco largo se han colocado estampas que se vendían durante las fiestas religiosas y las romerías. Dos hombres en el primer plano están sirviendo las escudillas de sopa, utilizando para ello una puerta a modo de bandeja y, aunque ambas figuras no son más que sirvientes, el hombre de la izquierda es el personaje más grande de todo el cuadro, realzado, además, por el colorido de su traje. Probablemente el artista no pretendía otra cosa que estabilizar una compleja composición: las dos diagonales formadas por los convidados de las filas delanteras convergen en este personaje y los bordes posteriores de su delantal están marcando el eje central. En el sombrero lleva unas cintas colgando, igual a las que los músicos han atado en sus instrumentos o muy similares a las que asoman por debajo de la camisa de otros hombres. Utilizadas habitualmente para atarse los pantalones, cuando se llevan atadas al sombrero o a los instrumentos estas cintas servían como insignia de un grupo determinado, señal de que los jóvenes se divertían en sus propios grupos cerrados incluso dentro de fiestas más multitudinarias.
Dos gravillas de trigo aparecen sujetas por un rastrillo que tiene el mango metido entre el gran apilado. A primera vista no se aprecia que todo el plano de fondo se componga de paja o de espigas, ya que se diferenciaban muy poco del suelo de tierra batida. También se podría pensar en un muro, pero el rastrillo hundido en la paja y en los ganchos de la horca que sujeta el paño verde detrás de la novia , así como las espigas que sobresalen en el cinto superior de las pilas de trigo, muestran a las claras que Brueghel quería representar algo especial. La imagen de un granero rebosante tenía hace 400 años un significado distinto al de los tiempos de excedentes agrícolas. Los cereales eran los elementos básicos de la alimentación y, en forma de pan o de sopas constituían la parte esencial de una comida. El espectáculo de un granero bien repleto significaba para los campesinos de la Edad Moderna pasar un año sin hambre, plaga que habitualmente golpeaba a la parte más indefensa de la sociedad europea.
El hombre con el traje negro de mangas abullonadas es probablemente el propietario de la granja; es imposible determinar si se trata de un burgués adinerado o de un aristócrata , ya que el privilegio nobiliario de llevar espada no se representaba de forma estricta. La nobleza y el clero, siendo los dos estamentos privilegiados, tenían una importante relación, lo que explica el hecho de que, en esta imagen, quien esté hablando con el aristócrata no sea ninguno de los numerosos campesinos, sino precisamente el monje, representante del estamento eclesiástico dentro de la composición. La cuchara en el gorro del servidor que aparece junto a ellos le señala como un pobre, concretamente considerado por los expertos como un jornalero. Los campesinos sin tierra y sin medios se convirtieron en trabajadores temporales que eran contratados durante la cosecha, la trilla o, incluso, durante las fiestas. En general, vivían en cabañas, eran nómadas que acudían allí dónde había trabajo o con la esperanza de conseguir una escudilla de sopa o un mendrugo de pan, por lo que iban siempre con aquella cuchara de madera con la que se le representa en la pintura.
En la esquina inferior izquierda vemos a un hombre llenando un jarro con algún tipo de bebida que no podemos identificar con seguridad. El jarro que se está llenando aquí es un recipiente para los hombres, ya que las mujeres, como observamos en la mesa, utilizaban jarras mucho más pequeñas. Seguramente sería vino o cerveza, ambas bebidas muy populares en la zona de los Países Bajos del siglo XVI, pero no identificamos ningún signo de embriaguez entre los comensales, aunque seguramente esto cambiaría con el paso de las horas, pues las fiestas matrimoniales duraban varios días en los que los excesos de todo tipo eran continuos.
Pero, aunque la novia, coronada y en el centro de los comensales, está perfectamente identificada, no podemos reconocer al novio entre todo el resto de comensales que acuden a la celebración. Quizá es el hombre que está llenando los jarros cuyo sitio, a la cabecera de la mesa y tapado por uno de los servidores, parece libre. En este caso estaría flanqueado por dos hombres, al igual que la novia lo está por dos mujeres. Pero, parece ser que había banquetes de boda a los que el novio no estaba invitado, ya que el día de la boda se consideraba ante todo el día de la novia. El sitio de la novia se pone de relieve mediante el paño verde a sus espaldas y la corona nupcial colgada sobre su cabeza. La novia en sí aparece inmóvil, con los ojos entrecerrados y las manos cruzadas, porque por aquella época la novia no debía hacer absolutamente nada el día de su boda, pues en una vida llena de trabajo, debía descansar por lo menos una vez. Tan sólo el noble y el clérigo aparecen asimismo con las manos cruzadas, pues tampoco trabajan físicamente. El resto aparece siempre haciendo alguna actividad.
La novia se distingue además del resto porque tiene la cabeza al descubierto, pues muestra por última vez de tal modo su cabellera en público, que desaparecerá muy pronto bajo la cofia característica de las mujeres casadas de los Países Bajos. Sobre la cabeza lleva una corona, la llamada corona nupcial cuyo valor se fijaba en muchas regiones. También se determinaba el número de invitados, cuántos platos se servirían durante la comida y el precio de los regalos ofrecidos a la novia. Las autoridades justificaban oficialmente estas reglamentaciones para proteger a las familias de hacer gastos excesivos, pero probablemente también sería un método de diferenciación social, evitando que los no privilegiados, independientemente de su posibilidad económica real, hiciera un dispendio que los aristócratas consideraban que sólo debían estar al alcance de los de su estamento.
Bibliografía:
"Los secretos de las obras de arte", de Rose Marie & Rainer Hagen, Tomo I, Taschen, 2000.
Rocío Martínez
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