Título: Robert Andrews y su esposa
Autor: Thomas Gainsborough
Fecha: 1749
Medidas: 70 x 119 cm.
Lugar de conservación: National Gallery, Londres.
En este cuadro, una joven pareja, el matrimonio Andrews, posan delante de un robusto roble. La identidad de esta pareja se transmitió de generación en generación dentro de su familia hasta que este cuadro pasó a ser propiedad de la National Gallery de Londres a mediados del siglo XX. Estos dos personajes fueron Robert Andrews y Frances Mary Carter, que se casaron, según un registro parroquial, el 10 de noviembre de 1748, cuando él tenía 22 años y ella 16. En este retrato, se le da más importancia a los campos, prados y árboles que a la propia representación de los contrayentes. Las espigas maduras representan la fecundidad dentro de esta pareja de recién casados, al igual que es referencia del deseo de descendencia el arbolito que crece, a la derecha del cuadro, entre dos árboles más grandes. La escopeta que el hombre lleva colgada negligentemente del brazo y el pájaro sobre el regazo de la mujer son discretas alusiones eróticas. Pero no es oro todo lo que reluce.
Las apariencias engañan, pues este matrimonio en apariencia bien avenido fue, como la mayoría de los acaecidos en la época, por no decir la práctica totalidad, de conveniencia. Robert Andrew se presenta como un perfecto representante del estamento nobiliario: con una pierna cruzada por delante de la otra, se apoya indolente en el banco, con una imagen hierática y totalmente indolente del mundo exterior. La postura relajada, la levita clara y la corbata inmaculada, anudada por debajo de la barbilla, en combinación con los utensilios de caza, sugieren el equilibrio justo entre trabajo y placer que caracteriza al caballero Apoya los pies sobre las raíces del roble, árbol que siempre ha simbolizado solidez y permanencia e, incluso, la eternidad. Andrews posa como representante de la llamada “landed gentry”, capa de la nobleza terrateniente que soporta el Estado. En la Inglaterra del siglo XVIII, esta capa social no solo era propietaria de la mayor parte de la tierra, sino que también ejercía el poder político en el parlamento. Un político de la época dice de éstos lo siguiente: “En mis ojos sois los grandes robles que ofrecen su sombra al país y transmiten sus buenas obras de generación en generación”. Esta “landed gentry” contaba entre 8.000 y 20.000 familias que poseían propiedades de extensión intermedia que solían arrendar y les proporcionaban de 1000 a 3000 libras. Estos ingresos les permitían llevar una existencia relajada o dedicarse a la política. El derecho de voto estaba reservado a los propietarios de la tierra, pero, a diferencia de lo que ocurría en la mayor parte del continente, la gran masa de gentes sin tierras ni propiedades contaba en Inglaterra con los mismos derechos ante la ley y tenían posibilidades reales de adquirir las tierras. Este parece que fue el caso de Rober Andrews: su padre era artesano, un orfebre londinense para ser exactos. Los libros de cuentas han revelado que el padre de Andrews prestaba dinero con intereses muy altos y muchos de los grandes terratenientes de la época se encontraban entre los deudores. Incluso encontramos en ellos al heredero de la Corona, el príncipe de Gales Federico, al que prestó 30.000 libras en 1743 y más tarde ocupó en la corte el puesto de recaudador. Con el dinero de los intereses, este anterior orfebre dirigía negocios de gran envergadura y enviaba sus gastos a comerciar a las colonias inglesas. Él envió a su hijo Robert, protagonista de este cuadro, a estudiar a Oxford para que tuviera la educación de un noble. Al morir su padre, en 1763, se hizo cargo de su imperio financiero, que se encargó de acrecentar y asegurar la posición de los ocho hijos que tuvo. Pero la situación de la mujer con la que se la representa era distinta. Frances Mary Carter se casó con unos 15 o 16 años. Era lo que se consideraba como un buen partido, pues aportaba como dote al matrimonio, entre otras cosas, la propiedad de Auberies, donde aparecen retratados. Poco más sabemos de esta mujer casi niña que murió en 1780, veintiséis años antes de su marido, ejemplo vivo de los matrimonios nobiliarios de la época en la que la novia era poco más que un peón en el inmenso tablero de ajedrez que suponían los enlaces entre los poderosos linajes nobiliarios del momento.
Pero pasemos más allá de las figuras. Lo más interesante se encuentra más allá. La vista desde el banco parece tan idílica e infinita como pueda parecernos cualquier descripción de la poesía bucólica. Sin embargo, en los parques ingleses que por aquel entonces recorrían el país y estaban de moda entre la nobleza, estaba mal visto todo lo que pudiera considerarse “funcional”: los campos de trigo, los rebaños de ovejas e incluso el establo, como el que aparece en el fondo a la izquierda, no tenían cabido en ellos. Pero no están en un parque ni un lugar de recreo, sino en su finca de fines predominantemente agrícolas. Uno de los conceptos principales de la economía de la época fue el famoso “enclosure”, el cercado de campos. El cercado supuso para los terratenientes una de las inversiones más provechosas del siglo XVIII. Entre los primeros que lo pusieron en práctica se encontraban hombres como el padre de Robert Andrews, comerciantes que habían adquirido tierras e invertían el máximo capital para sacar la máxima ganancia e introdujeron las nuevas innovaciones que darían lugar al terreno propicio para que se diera la llamada Revolución Industrial. Podemos ver un ejemplo de la representación de un “enclosure” al final de la representación, casi perdido en la lejanía.
Bibliografía:
"Los secretos de las obras de arte", de Rose Marie & Rainer Hagen, Tomo II, Taschen, 2000.
Rocío Martínez López
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