jueves, 3 de enero de 2008

Economía e Historia del Arte 4: San Nicolás de Bari de Fra Angélico.




Título: San Nicolás de Bari.
Autor: Fra Angélico.
Fecha: 1437.
Medidas: 35 x 61,5 cm.
Lugar de conservación: Museos Vaticanos, el Vaticano.



Hablando en clase sobre la agricultura, se dijo que todas las actividades dependían de esta y es una aseveración que está fuera de toda duda. Pero el comercio y una pequeña industria también existieron y este cuadro es un magnífico ejemplo de la dependencia de la agricultura y de las relaciones e intercambios comerciales antes del gran desarrollo del comercio internacional, pintado apenas dieciséis años antes de la fecha que actualmente consideramos como el comienzo de la Edad Moderna (29 de mayo de 1453, caída de Constantinopla en poder de los turcos).

El protagonista del cuadro que nos ocupa es San Nicolás de Bari, el patrón de mercaderes y los marinos, personaje que está rodeado de multitud de leyendas y tradiciones. En esta pintura se describen don de sus milagros más populares, indicados por la doble aparición del santo en la imagen: su busto aparece en los cielos, arriba a la derecha, ayudando a unos marinos en apuros, pero a la vez está retratado de cuerpo entero abajo a la izquierda agradeciendo a un capitán el haberle dado parte de su grano. Según la leyenda, San Nicolás obró un milagro haciendo que el grano se multiplicara hasta que hubo suficiente para salvar a todos los habitantes de la ciudad de Mira de morir por inanición.

Esta pintura formaba parte de un grupo de tres obras destinado a un altar que fue destruido en el siglo XIX y sus pinturas separadas y dispersas por distintos museos del mundo. Fue ejecutada en Fiésole por un pintor-monje llamado Guido di Pietro, que nació alrededor del 1400 y murió en 1455. Inicialmente, tomó el nombre de Fra Giovanni tras entrar en la orden de los dominicos, pero finalmente se le denominó como actualmente le conocemos, Fra Angélico. Pintó este cuadro en una situación política muy concreta: el magnate del comercio Cosme de Médicis, la primera potencia económica en la Florencia de aquel tiempo, se había apropiado igualmente del poder político de la República; por tanto, San Nicolás de Bari, patrón de los mercaderes y, por tanto, del comercio que había enriquecido al poder político emergente, se convirtió en una figura y un símbolo (tanto religioso como político) muy importante de su época. En el momento en el que Fra Angélico pintó el citado altar, San Nicolás era uno de los santos no bíblicos más populares. Se le relaciona con más de una docena de actos píos y milagros en el “La Leyenda Dorada” (“Golden Legend”), una famosísima colección de lecturas de santos recopilada en el siglo XIII por Jacobo de Voragine. Más de 2000 monumentos dedicados a él han sido recopilados en los años anteriores a 1500 tan solo en los territorios de la actual Alemania, Países Bajos y Francia. Pero, pese a esta devoción popular a su persona, Nicolás nunca fue beatificado oficialmente y, probablemente, jamás existió. Parece, más bien, que un número de diferentes milagros de distinta procedencia fueron finalmente relacionados con la figura real del obispo Nicolás de Mira. Nicolás fue, en su origen, muy popular en todo el Imperio Bizantino, pero con la llegada del Islam, Italia, mediante el comercio con sus territorios, adoptó esa tradición y la trasladó al puerto de Bari, donde permaneció hasta 1087, fecha a partir de la cual su culto se expandió, gracias al comercio floreciente, por toda Europa: llegó a ser el santo patrón de la liga de la Hansa, al igual que muchos siglos después del territorio que hoy es Nueva York. Es uno de los pocos santos, si no el único, que sobrevivió a la Reforma en las áreas protestantes donde siguió siendo adorado como intercesor ante la divinidad para proteger los, hasta hace menos de lo que parece en la actualidad, peligrosísimos viajes de comerciales. Hoy, solo los católicos parecen haber olvidado a San Nicolás, que sigue sin estar oficialmente beatificado; el nimbo que luce en la pintura no es legítimo.

Es significativo el hecho de que este santo proceda concretamente de Mira, localizada en la actual costa de Turquía. Desde Mira, los barcos mercantes salían hacía el importante puerto de Alejandría. Era costumbre entonces que, desde esta ciudad, los barcos se dirigieran directamente hacia el sur, en un momento en que la náutica estaba poco desarrollada y la navegación de cabotaje era prácticamente la única practicada. Parece lógico que los navegantes y comerciantes que se embarcaran en tan peligroso viaje –“un viaje hacia el abismo”, como se conocía en la época –imaginasen ese puerto como hogar de su santo patrón que extendía su protección hacia ellos.

La historia de San Nicolás salvando a los marineros es uno de los milagros más antiguos relacionados con su persona. Se nos cuenta, simplemente, que los marineros oraron para que San Nicolás les salvara y este apareció en los cielos para hacerlo. La leyenda del grano habla de que había unos barcos preparados en el puerto de Mira para salir al mar y Nicolás les suplicó a los comerciantes de los barcos que ayudaran a la gente hambrienta simplemente con entregarle cien medidas de trigo cada uno. Pero los navegantes respondieron que no podían hacerlo, porque su carga fue medida en Alejandría y que debían entregarla completa en los graneros del emperador, ante lo cual dijo Nicolás que les prometía, en el nombre de Dios que los funcionarios imperiales jamás se darían cuenta de que llevaban menos carga de la que les correspondía. Finalmente, los marineros le dieron el trigo y Nicolás lo multiplicó hasta el punto de que los habitantes de Mira tuvieron suficiente grano para alimentarse durante dos años e incluso, tuvieron excedentes con los que comerciar. Apartándonos de la leyenda, está históricamente demostrado que el grano que llegaba desde Alejandría y, a través de ese puerto, de toda la zona norteafricana (tradicional granero del Imperio), pasaba por Mira en su trayecto hacia Constantinopla, donde era medido, almacenado y repartido según los intereses del gobierno de la capital. De igual modo, Fra Angélico nos deja algunos detalles interesantes: el objeto usado para echar el grano en los sacos es una pala u objeto de medida (recibe distintos nombres según la zona y el aspecto del mismo) que fue uno de los elementos de equipamiento más importantes en el comercio del grano. Nicolás pide cien medidas de grano por barco, y en la narración se enfatiza el hecho de que el grano fue medido en Alejandría y sería medido de nuevo a su llegada a Constantinopla. Esta gran atención a la medida tiene su explicación en que las mediciones cambiaban según la zona y, por tanto, el precio, coyuntura que muchos comerciantes aprovechaban para timar al comprador según su beneficio, siendo práctica muy habitual entre los vendedores.

La situaciones que provoca la petición de Nicolás era característica de este periodo y ninguna persona que viviera en aquella época fue ajena a esta coyuntura: el hambre, lo que explica la popularidad de este santo. El trigo era la fuente de alimentación más importante del momento y, pese a que la mayoría de las ciudades y villas almacenaban grano, dos malas cosechas seguidas eran más que suficiente para dejar vacíos los graneros. Había muy pocas maneras de importar alimentos rápidamente en momentos de crisis, pero aquellos que conseguían transportarlos con éxito conseguían hasta un 400% de beneficios. En un momento en el que el hambre amenazaba por doquier, el trigo se convirtió en un símbolo de prosperidad y, como consecuencia, San Nicolás traía esa prosperidad. Ofrecía protección contra los ladrones y la pérdida de la carga, e incluso se decía que daba oro a las chicas pobres para que, utilizándolo como dote, pudieran casarse.

Pero este panel no solo rinde homenaje a un santo popular, sino también a los marineros y al comercio. Barcos y bienes ocupan un gran espacio dentro de la pintura: marineros y mercaderes son pintados navegando a través de los mares en una amenazante tormenta, mientras que el comerciante que encara al santo es tan grande como él, al contrario que en la mayoría de las pinturas de la época en las que la figura santa o más importante tenía un tamaño considerablemente mayor que el resto. De ese modo, Nicolás es retratado como un mercader socio del Cielo. Este homenaje al comercio, y, en particular, al comercio internacional, refleja su crucial importancia. Éste había sufrido una continua expansión en relación con la centuria anterior –a la sombra de la Liga de la Hansa, por ejemplo –y había alterado los esquemas de poder dentro de la sociedad en los lugares en los que más se desarrolló, como ocurrió con el mencionado Cosme de Médici: banqueros y mercaderes ocupaban entonces el poder que anteriormente eran feudo exclusivo de la nobleza. Fue gracias a sus bancos y a sus negocios que Cosme de Médici, y con él su familia, hubiera llegado a ser el líder político de la ciudad de Florencia.

Pero, conectando con las teorías de Santo Tomás de Aquino que estudiamos anteriormente, los cristianos tenían el problema de que la Iglesia consideraba a los prestamistas y banqueros como usureros que eran culpables de cometer el mortal pecado de la avaricia. Estaba castigado con la excomunión y, después de su muerte, con los más execrables castigos del Infierno. Ya en el siglo XII, una la Ley Canónica decía lo siguiente: “El mercader no puede agradar a Dios, o puede hacerlo con dificultad”. Para evitar las penas del Infierno o, más bien, la condena social que esa creencia imponía, los mercaderes se convirtieron en benefactores, con importantes fundaciones de caridad y otras donaciones y acciones que servían para evitar la condena eterna del Infierno y la sociedad. La mayoría de sus donaciones fueron a parar a la Iglesia o, por vía de los religiosos, a las personas más desfavorecidas. Cosme de Médici dotó iglesias, monasterios y capillas, y dio asilo en Florencia durante muchos años al Papa Eugenio IV, que tenía importantes enemigos en Roma. Como consecuencia y para finalizar, este cuadro nos demuestra que sociedad, religión, leyendas y comercio se ligaban íntimamente en la escena de la vida cotidiana de las ciudades que empezaban a desarrollarse comercialmente de finales de la Edad Media y principios de un Renacimiento en el que el comercio recibiría un impulso definitivo.



Bibliografía:

"What great painting say:masterpieces in detail, volume III", Rose-Marie & Rainer Hagen, Taschen, 1st edition, 1997.

Claramunt, S. (coord.): "Historia de la Edad Media", Ariel, 1992.

Honour, Hugh, y Fleming, John: “Historia mundial del Arte”, Akal, 2004.
Enlace de interés:
Visita virtual a las colecciones de los Museos Vaticanos (en castellano):
Rocío Martínez López

1 comentario:

David Alonso dijo...

Magnífico Rocío. Has publicado toda una apreciación histórica a partir del cuadro de Fra Angélico. Efectivamente, como hemos repetido en clase, la época moderna constituye un momento clave en el desarrollo del comercio mundial.

Un saludo,
David Alonso