domingo, 28 de octubre de 2007

Herencia medieval en el pensamiento económico moderno:

Las teorías económicas de inicios de la Edad Moderna son incomprensibles sin tener en cuenta la influencia en la Edad Media del Cristianismo, formado mediante el Derecho romano y la tradición judía. Sobre el primero se fundamentaba el poder del rey (nacimiento de las monarquías autoritarias) y se asentaba la propiedad privada.
Los dos grandes pensadores del momento son:

· Santo Tomás de Aquino, gran teólogo medieval, que en su obra Summa Theologica trata el tema del fraude en las compra-ventas. Igualmente percibe fenómenos propios de un primigeneo sistema de mercado. En relación con la expansión de los monopolios, lanza una teoría sobre el precio justo. Según el teólogo, éste constituye un elemento virtuoso mientras que un precio superior al justo era pecaminoso. Sin embargo, no establece un mecanismo para fijar este precio justo. Otro tema importante es el del cobro de intereses (algo que no sólo sería un pecado sino también un delito), la usura y el beneficio (todo aquél que lo buscase estaba en pecado).

· Nicolás de Oresme, pensador francés y uno de los primeros monetaristas, que va a tratar dos temas clave: el comercio y la moneda. Su doctrina busca asentar la posición del rey, estableciéndo que éste debe favorecer el comercio para aumentar la riqueza y así mejorar la vida de sus súbditos. El rey debe cuidar de la moneda y fijar su valor facial e intrínseco, por lo que su papel en materia monetaria es importante. El valor intrínseco debe ser inferior al facial por los gastos de acuñación. A la diferencia entre ambos, N. de Oresme la denomina "premio de acuñación". El rey controlaba la moneda pero a la vez, su labor debía ser supervisada. Por último, establece tres delitos vinculados a las monedas que deben ser castigados:
- Cambio, custodia y tráfico de la moneda.
- Alteración de la moneda.
- Usura.


Javier Álvarez García

miércoles, 24 de octubre de 2007

La economía en el arte 1: Los calendarios medievales

“Una imagen vale más que mil palabras”, dijo una vez un sabio al que a fuerza de repetir su conocida aseveración hemos terminado por olvidar. Pero no por ello deja de ser menos cierto. Al menos, yo así lo creo y sabiendo que aprender algo que se ha visto o del que se tiene una imagen clavada en la memoria es más fácil que intentar simplemente encuadrar en su correcto tiempo y espacio abstractas palabras, he decido aprovechar el blog que debemos hacer en economía para relacionar nuestra asignatura con sus respectivas imágenes, con el arte. La historia económica no es algo ajeno al resto de las disciplinas y es imposible entenderla correctamente sin relacionarla con la cultura, la sociedad, el pensamiento, el arte y, en definitiva, con todos los aspectos de la vida humana. Los artistas de la época que nos ocupa reflejaban en sus obras lo que conocían, veían y pensaban sobre el mundo que les rodeaba y, como no podía ser de otra manera, la economía y los medios de subsistencia, prestigio social y reflejo del poder económico tendrán, como no podía ser de otra manera, un papel predominante en el arte de todos los tiempos.
Al terminar la introducción de nuestro temario, comenzamos a hablar sobre la economía en la Edad Media, sin cuyo conocimiento nos sería imposible entender el desarrollo de la posterior Edad Moderna, por lo que he decidido comenzar por ahí, centrándonos en el sector económico medieval indiscutiblemente más importante: la agricultura. La Edad Media fue, ante todo, una época eminentemente campesina, en la que la agricultura y el mundo agrícola fueron los verdaderos protagonistas. La tierra concentraban los esfuerzos de la inmensa mayoría de los hombres, que obtenían de ella su sustento y recursos de todo tipo. Asimismo, la tierra y la economía agraria constituyeron a lo largo de la Edad Media el fundamento de la vida material y de todo lo que de ella depende: riqueza, predominio social, poder político, etc. A través de las relaciones con la tierra se estructuraba toda una compleja red de jerarquía social de la que solo estaban fuera los mercaderes, que no entraban en contacto directo con el suelo, pero que en la época medieval tenían escaso relieve social.

¿Cómo vivían, qué aspecto tenían y qué herramientas utilizaban esos campesinos y siervos que constituían más o menos el 90% de la población medieval? Los testimonios que tenemos al respecto en las imágenes son vagos, pues los evidencias artísticas son encargadas por las clases dirigentes que la mayoría de las veces no prestan atención a aquellos situados por debajo de su estamento; esta idea será una constante hasta el siglo XVIII cuando la ilustración primero y más tarde el romanticismo y el realismo vuelvan su vista hacia el campesinado. Pero podemos encontrar trazos de los campesinos fácilmente en los calendarios, la representación de la Edad Media que mejor los representa. Como ha señalado LeGoff, el protagonismo campesino en los calendarios medievales es la lógica consecuencia de una época en la que el tiempo es substancialmente agrícola, y los ciclos vegetativos regulan la vida de los hombres. Todos, clérigos, guerreros y campesinos, dependen de la tierra. Por eso, las diferentes labores en el cultivo de los campos marcan el ritmo anual y constituyen las representaciones más frecuentes en las personificaciones de los meses. En los últimos años, dentro de los nuevos planteamientos de la historia de las mentalidades, se ha destacado la aportación de los calendarios para estudios sociológicos y como importante testimonio para conocer sistemas de cultivos y diferentes aspectos de la tecnología medieval, tema que ya fue abordado por el prestigioso J. Caro Baroja en 1940. Gracias a los análisis comparativos recientemente realizados con diferentes muestras de calendarios medievales se pueden precisar algunas diferencias debidas a la existencia de peculiaridades propias de cada región que introducen pequeñas variantes locales en el tiempo del año que se realizan las diferentes faenas agrícolas y las técnicas utilizadas. En España, como en el resto de los países mediterráneos, la explotación agraria se basa en el cultivo de cereales, que incluye los trabajos de arada y sementera, escarda, siega, maja o trilla del grano y en el cultivo de la vid, que requiere labores de poda en la viña, vendimia y elaboración y trasiego del vino a los que se añade la cría y matanza del cerdo, como apoyo a la economía familiar campesina. Estos temas han quedado registrados en las imágenes de los calendarios, dentro de un ciclo ya perfectamente organizado desde principios del siglo XII, continuando vigentes los mismos modelos durante los siglos XIII y XIV, mientras que en el siglo XV aparecen como motivo casi exclusivamente en los libros de horas de la clase dirigente, que imponen una renovación de la iconografía, incluso en las mismas escenas que se refieren a los trabajos agrícolas, de acuerdo con la nueva visión de la época, reflejando asimismo los cambios de mentalidad y costumbres que llevó aparejada la entrada en la Edad Moderna.
La Edad Media es un mundo presidido por los ciclos agrícolas y estrechamente vinculado al cultivo de la tierra, de forma que el tema iconográfico de los calendarios consistirá siempre en escenas de la vida campesina. La representación de los meses según la labor agrícola que en ellos se lleve a cabo será una constante hasta el siglo XV cuando, con el cambio de ideales se produzca el paso de los calendarios agrícolas a aquellos que reproducen el día a día de los nobles, pero estos jamás se desharán por completo de la herencia agrícola, como tendremos ocasión de ver, dándonos también la oportunidad de ver los cambios que se han producido a lo largo de los siglos en la economía. Así pues, veamos dos ejemplos de calendarios para conocer mejor la realidad de la época.
Nuestro primer ejemplo se encuadra dentro del románico español. En la ciudad de León se conserva el recinto que se ha llegado a llamar, no sin razón, la Capilla Sixtina del Románico. Es el panteón de San Isidoro de León, cuyas pinturas al fresco permanecen originales y sin restaurar desde que fueron pintadas a finales del siglo XI o comienzos del XII. Entre sus escenas religiosas destaca un calendario agrícola con los doce meses representados de forma magistral en la bóveda de dicho panteón, de autoría desconocida. El segundo ejemplo son las miniaturas recogidas en “Las muy ricas horas del duque de Berry”, realizadas por los hermanos Limbourg hacia 1416, que contiene elementos tanto agrícolas como señoriales y cuya lámina correspondiente al mes de febrero examinaremos con una mayor exactitud más tarde.


1.-Enero:

La imagen de la izquierda corresponde a la representación del mes de enero (Genuarius) en el Panteón de San Isidoro de León. Representa a Jano bifronte, el dios romano de las dos caras al que dedicaban el primer mes del año. Vemos cómo su primer rostro se dirige hacia la izquierda, cerrando una puerta que representa el año que se marcha, y la otra hacia la derecha con un gesto que casi podríamos interpretar como una media sonrisa mientras abre otra entrada que representa el nuevo año. Pero sus ropas no son las de un dios. Si comparamos su aspecto con el de Cristo en majestad de este mismo panteón, vemos que está vestido de una forma mucho más austera. Enero está representado como cualquier campesino de la época, sin los colores dorados o azules mucho más caros que simbolizaban un estatus mayor en el personaje representado, como si ocurre con la figura de Cristo. Jano aparece como un campesino más, con un simple sayal y una capilla sobre los hombros para resguardarse del frío del mes que representa; la calidad del fresco no nos permite aseverarlo, pero quizá no lleve ni zapatos. Esta situación de extrema pobreza era constante entre el campesinado de la Edad Media. Pero vemos como en el libro de horas del duque de Berry, la concepción de enero cambia. El Jano bifronte de aspecto de campesino ya no aparece, siendo sustituido por un banquete señorial, concretamente del Banquete de Año Nuevo. Los estudiosos han llegado a considerarlo como una crónica de un hecho real: la celebración del día de los aguinaldos, en que el duque gustaba de dar y recibir regalos. Sentado a la mesa, vestido con un lujoso traje azul y oro y tocado con piel, preside la ceremonia, y los rasgos físicos parecen apuntar a un retrato del mismo duque de Berry, que tenía unos setenta años cuando se ilustró el manuscrito que nos ocupa. Esta imagen sirve como referencia a la exhibición de poder que la ceremonia del banquete suponía en los ambientes cortesanos de finales de la Edad Media, disponiéndose los comensales según su categoría social, marcada por su proximidad o lejanía con respecto a la posición del señor, en este caso, del duque de Berry. La hipótesis más difundida por los expertos como explicación para esta escena es el hecho de que se tratara de un pretexto para que, aprovechando la vinculación del banquete de enero (representado en el medievo, por ejemplo, en el claustro de la catedral de Pamplona, pero siempre referido a campesinos, no a nobles como en este caso), incluir en un libro de índole religiosa una escena profana como exaltación del propio duque y su linaje, incluyendo, de forma velada con la riqueza de su mesa y los manjares exóticos de los que se ven rodeados, el poderío económico del que la corte del duque era capaz. Por último, como deja entrever en su magnífico libro “Calendarios medievales” Teresa Pérez Higuera, su antítesis con la burguesía emergente en las ciudades, que impone en las representaciones del banquete una comida sin ceremonias, con una mesa abundantemente provista de alimentos y en una confortable estancia donde la presencia de la chimenea es el único nexo de conexión con el tema, marcando así la distancia entre una clase y otra.

2.-Febrero:

Febrero está representado a la derecha por un hombre cubierto calentándose al fuego, completamente tapado y descansando sobre un asiento de mimbre. Es lo que denominan los expertos como “descanso” o “reposo invernal”. En realidad, este epíteto se debe únicamente a la falta de labores agrícolas, ya que esta escena se puede mostrar en cualquiera de los meses de invierno en los que, tras la siega, no hay trabajo en la agricultura hasta la época de plantación. Sin embargo, el campesino se ocupaba en esta época de otras labores con las que poder asegurar su subsistencia, tales como recoger leña, cuidar del ganado (importante elemento que complementaba la agricultura, aunque de mucho menor significada que el anterior, es necesario remarcarlo), entre otras variadas actividades; esta vertiente puede ser efectivamente apreciada, no obstante, en la imagen del libro de horas del duque de Berry, donde también el fuego tiene un papel preponderante en la escena del primer plano. Por tanto, las representaciones de diciembre, enero y febrero presenta así una iconografía casi indiferenciada con dos grandes protagonistas, que son el fuego (presente aquí) y la comida. Aquí es el frío, combatido con el fuego, el gran protagonista. En la representación de San Isidoro se sigue la descripción que hace Hesíodo del Invierno como un anciano aterido que se envuelve en una cálida y gruesa capa con capucha; por ser Febrero que el ha sido considerado tradicionalmente como el mes más frío y lluvioso del año, se ha elegido esta imagen. El hecho de que esta sea la representación común cuando no hay ninguna tarea agrícola de relevancia subraya la gran importancia de la agricultura en la Edad Media que continuará en la época moderna.




3.-Marzo:
Llegamos a marzo y se comienzan a ver ya las primeras representaciones de labores agrícolas propiamente dichas. Terminado el ciclo invernal, el campesino inicia de nuevo las faenas agrícolas; algunas de las imágenes de los calendarios nos sirven hoy día como testimonio de los que se han considerado como los avances más importantes en la tecnología de la Edad Media. En esta imagen aparece el campesino podando una vid con un instrumento que se puede identificar como una cuchilla curva o algún tipo de hoz. La gran extensión del cultivo de la vid en los países mediterráneos explica el elevado número de representaciones en Italia, Francia y España dentro de los ciclos de primavera y en otoño. Analizando el instrumento mostrado en la imagen, los numerosos ejemplos a partir del siglo XII reproducen el habitual uso de la podadera romana o “falx vineatoria”, instrumento cortante de hoja curva y ancha que incluye los elementos necesarios para realizar las diferentes operaciones que el cuidado de la vid demandaba: un gancho en el remate permite extraer los sarmientos inútiles y, en el dorso, el llamado talón o hachuela, para suprimir las partes muertas de la cepa. La forma de la hoja varía entre una más curva semejante a una pequeña hoz y la casi recta pero cono el borde curvado que es la que tenemos en San Isidoro como ejemplo.
Aunque generalmente se expresa que el utillaje agrícola no varió sustancialmente desde la caída del Imperio Romano de Occidente hasta el siglo XVIII, con excepción del arado, podemos decir, no obstante, que estas herramientas si conocieron perfeccionamientos significativos, como la progresiva generalización del hierro en su elaboración. La hoz y la guadaña fueron las herramientas más utilizadas en lo que se refiere a la siega y la poda, pero fue la hoz el elemento predominante entre ambas, pues el trabajo con la hoz, aunque era más lento y pesado que el de la guadaña, producía un menor desgrane y cortaba la caña del cereal a poca distancia por debajo de la espiga, de forma que, una vez concluida la siega, el ganado podía alimentarse con el tallo que aún permanecía en el suelo. La forma de la hoz y algunas de sus características fueron adoptadas para una mayor efectividad en la poda de la vid y el cuidado de los distintos árboles frutales, pero la estructura de la antigua “falx vineatoria” se mantuvo inalterada hasta época moderna.
Pero podemos ver que en el libro de horas del duque de Berry, las escena cambia mucho. Vemos la tierra dividida en cuatro porciones: en primer plano se observa a un campesino arando la tierra, siendo el arado la mejora técnica más importante de la Edad Media; a la izquierda vemos la poda de la vid a la que hemos hecho referencia anteriormente; a la izquierda se observa la siembra y la cuarta parcela se deja sin sembrar, en barbecho. Estamos contemplando el mayor avance de la tecnología agraria en la Edad Media, con la rotación de cultivos: cada año los campos se rotaban de manera que la tierra que estaba en barbecho al siguiente se sembraba de trigo o cereal de invierno y la segunda parcela de cereal de verano
El ejemplo de arado que nos muestra el libro de horas del duque de Berry puede identificarse como un arado asimétrico o pesado tirado por dos animales. De la utilización de este tipo de arado se derivaron importantes ventajas para la agricultura, como eran una mejor aireación, humidificación, limpieza y recuperación de los suelos, entre otras muchas ventajas, pero su difusión fue lenta y estuvo casi siempre circunscrita a la Europa atlántica y central
.

4.-Abril:

En el mes de abril se representa la iconografía conocida como “Abril Floridus”, con diferentes variaciones, probablemente heredado del imaginario romano, donde figuras como Flora o Robigus (espíritu o genio de la vegetación, que podía ser el antecedente del conocido Príncipe de la Primavera, cuya fiesta se celebraba el 25 de abril) eran muy comunes. La imagen es simple: el campesino sujeta en sus manos sendas ramas que personifican el florecer de la naturaleza tras el largo invierno.

Pero la escena en el libro de horas del duque de Berry cambia totalmente, devolviéndonos, como ocurrió en enero, a un mundo cortesano que nos muestra el cambio de circunstancias y de mentalidad que se opera en el siglo XV. La asociación entre la primavera y la imagen del caballero comenzó ya en el siglo XII, pero no alcanzó su máximo apogeo hasta finales del siglo XIV principios del XV. Recoger flores y frutos en el campo, bailar en ronda, las comidas campestres o simplemente el paseo por el bosque son algunos de estos placeres al aire libre sirven en cierto modo para expresan las diferencias sociales, siendo constantemente utilizados como contraste con el trabajo de los campesinos, aunque ellos no aparecen en nuestra imagen. En esta miniatura se recoge el momento en que una dama recibe el anillo que le ofrece un caballero. La presencia de otra pareja parece indicar, como sugiere Teresa Pérez Higuera, que se trata de una escena de esponsales, realizada ante testigos, e incluso algunos autores han querido identificar a la dama con la nieta del duque de Berry, prometida por esos años con el futuro duque de Orleáns. En todo caso, es importante destacar la localización del acontecimiento en una pradera primaveral en la que dos elegantes damas, algo alejadas del grupo, recogen flores agachadas sobre el césped. Sus ricas ropas y su comportamiento nos indican su alto estatus social, así como la sensación de una imagen de corte que sería habitual en las cortes de los Estados Modernos que no tardarían mucho en alzarse. Además, los objetos suntuarios que les son propios, tanto las ropas como, por ejemplo, collares o anillos, muestran el interés de las clases dirigentes por los objetos de lujo que marquen su estatus, teniendo el comercio de objetos de lujo un gran desarrollo en la Edad Moderna.

5.-Mayo:

La mala conservación de este fresco nos impide ver con claridad a lo que se refiere con esta representación. Vemos sin duda a un hombre montado sobre un caballo, llevando un escudo. Podemos aventurar que es una representación del “mayo guerrero” romano, pues mayo era en la tradición clásica el mes en el que se iniciaban las campañas militares tras el invierno. Su presencia entre las faenas agrícolas del calendario se ha justificado como pervivencia de la costumbre romana antes mencionada de emprender las campañas militares después del invierno.

Pero, a diferencia de la image
n anterior, en el libro de horas del duque de Berry nos volvemos a encontrar con una escena netamente caballeresca. Podemos considerarla como una concepción deformada de la anterior: el “mayo guerrero” ha pasado a ser un “mayo caballeresco”. Desde finales del siglo XII se inicia una transformación del tema, y el caballero abandona sus atributos guerreros para convertirse en una imagen típicamente señorial.
En nuestra escena, detrás de un caballero vestido de azul, con un rico collar de oro, siendo el mismo que se ha identificado con el duque en escenas anteriores, tres damas con holopandas verdes montan sobre caballos engalanados con tonos igualmente verdes. Tanto ellas como el resto de los personajes se adornan con ramas a modo de collares o con guirnaldas en sus cabezas. La celebración del día 1 de mayo incluía un paseo por el campo llevando ramos reverdecidos, en recuerdo de las antiguas “floralia” romanas, y cumpliendo así la costumbre que imponía que todos debían llevar ese día algo verde como símbolo de su compenetración con la naturaleza que resucitaba un año más.

6 y 7.-Junio y Julio:

He decidido poner estos dos meses juntos para apreciar mejor sus diferencias pues, al primer golpe de vista, puede parecer que ambos meses son representados de la misma manera, pero un análisis más cercano nos permitirá ver que no es así.
Los meses de estío son aquellos que tenían una mayor actividad para el campesino, debiéndose sucesivamente segar y almacenar el grano de las diferentes cosechas para luego continuar en otoño con la vendimia y la elaboración del vino.
Es habitual en las representaciones de los calendarios que la imagen de junio (la primera de las dos, a la izquierda) se reserve a la siega del heno; pero si ese fuera nuestro caso, el campesino estaría representado con una guadaña, pero lo que tiene es claramente una hoz, por lo que los investigadores han deducido que no se trata de la siega del heno, sino de la recogida de cereal de primavera, pues es imposible que fuese una recogida temprana del trigo, que es lo que se representa claramente en el mes de julio que tenemos en la imagen inferior. Si la deducción de que se trata de la recogida de cereal de primavera (cebada o avena, generalmente) tendríamos ante nosotros una de las representaciones más tempranas del sistema de rotación trienal, dado que debemos dar por sentado que un tercio de la tierra quedaría en barbecho si hay dos cultivos distintos. Teresa Pérez Higuera también señala, como argumento a favor de esa teoría, el diferente color del cereal, que sería más claro en junio y mucho más dorado en julio, pero la deficiente conservación de la pintura nos impide asegurarlo con certeza.
En julio se procede, sin duda alguna, al proceso de segar el tri
go ya dorado. A diferencia del heno, la siega del trigo se realizaba y se representa siempre con la hoz, cuyo corte evita la caída del grano en las espigas maduras y se aprecia en la imagen el hecho de que las espigas se cortan por la mitad, de forma que el tallo restante puede servir como pasto para el ganado o para otras actividades, como cubrir las endebles casas de los campesinos o podía ser almacenado para servir como combustible en invierno, entre otros usos.
En el libro de horas del duque de Berry podemos ver que, pese al devenir de los siglos, este motivo permanece inalterado; la siega del cereal, que fue durante la Edad Media y lo será posteriormente también en la Edad Moderna, el alimento básico más importante para Europa, cuya pobre cosecha podía significar una gran crisis económica y demográfica, continúa siendo el protagonista sin discusión de los meses de junio y julio. En nuestra primera imagen se observa la siega del heno; veánse las diferencias con la imagen de junio de San Isidoro, sobre todo en el uso de las herramientas. En las horas del duque de Berry, el uso de la guadaña es patente, tanto en las mujeres que en primer término apilan el heno como aquellos tres hombres que lo siegan un poco más atrás. La guadaña fue casi únicamente utilizada para segar heno hasta el siglo XIV, cuando comenzó a ser utilizada para la siega de cebada y avena (muy pocas veces para el trigo) en algunas regiones cerealícolas especialmente desarrolladas, pero este uso para la siega del cereal en grandes superficies no fue realmente destacado hasta la Edad Moderna.
En la imagen de julio volvemos a encontrarnos al fondo la importantísima siega del trigo, pero también otro elemento que se nos muestra en primer plano: el esquilado de las ovejas. La importancia del ganado en la economía de la Edad Media, mucho más limitada que la de la agricultura, pero aún así relevante,
se nos muestra aquí. El número de animales domésticos (generalmente en proporción de un caballo por cada tres bóvidos, diez cerdos y treinta ovejas) estaba limitado por las dificultades para su alimentación, que dependía en buena parte de la utilización de los pastos naturales y de las tierras en barbecho; a partir de la Plena Edad Media, además, se fue extendiendo por diversas comarcas el cultivo de prados artificiales y de plantas forrajeras. En la Baja Edad Media, el abandono de muchas tierras de cultivo, cuyos bajos rendimientos no justificaban los esfuerzos de su supuesta explotación, fue acompañado de una ampliación de las superficies de pasto, lo que propició un gran desarrollo de la ganadería en los últimos siglos de la Edad Media, también explicada por el hecho de que la ganadería necesitaba una menor mano de obra, dado que la población había quedado muy mermada con las frecuentes guerras, hambrunas y epidemias que se sucedieron durante este periodo. La oveja en la Edad Media fue el animal más difundido, dado que tenía mucha utilidad: proporcionaba queso, leche, carne (aunque no era costumbre comerlas, pues dejaban de ser útiles para otros fines, hasta que morían de muerte natural o dejaban de proporcionar el resto de productos para los que eran criadas) y lana, muy importante para la producción textil a partir de los siglos XII y XIII, y también contribuyó a su gran desarrollo el hecho de que exigían muy pocos cuidados. Se alimentaban con pastos de poca calidad, que obtenían en bosques y baldíos, en pastizales de media montaña, en las tierras herbosas y pobres de las zonas bajas, en las zonas en barbecho y en los cambos de labor tras la cosecha. Por último, debemos mencionar el fenómeno de la transhumancia, de gran arraigo en la península Ibérica.

8.-Agosto:

En esta ocasión, vemos al campesino del Panteón de San Isidoro de León recolectando el grano mediante la técnica de la maja, sujetando el mayal, para separar el grano de la espiga. Los majadores golpean la parva con el citado mayal, instrumento que tiene su origen en las antiguas “perticae” romanas y está formado por dos elementos: uno, el mango y otro el mayal propiamente dicho, que es la parte superior que sirve para batir el grano, unidos ambos por diferentes tipos de correas o anillas. Esta técnica fue muy utilizada en Francia y, como lo atestigua esta imagen, también en España, teniendo noticias gracias a las investigaciones de antropólogos y etnólogos que todavía se practicaba esta técnica en los últimos años del siglo XX en León con instrumento que guardaba una gran semejanza con el utilizado en la imagen.
Sin embargo, en el libro de horas del duque de Berry volvemos de nuevo a ver una escena caballeresca muy alejada de la anterior. Esta imagen representa una escena de caza, que fue considerada durante la Edad Media como la actividad más adecuada para los reyes y nobles, concepción que continuó durante la Edad Moderna; simplemente tenemos que volvernos, por poner un ejemplo, a los cuadros de Velázquez que retratan al rey Felipe IV y a su hijo Baltasar Carlos como cazadores para darnos cuenta de que esa concepción no había cambiado dos siglos después. Esta ocupación de los nobles en primer plano contrasta ampliamente con los campesinos que aparecen trabajando al fondo de la imagen, subrayando la diferencia entre ellos y los nobles. Vemos aquí el momento de la partida de caza, cuando se organizaba el cortejo integrado por los halconeros, monteros y lacayos de palafrén, seguidos por los cazadores a caballo, llevando cada uno sobre su puño un halcón cubierto por la consiguiente caperuza. La escena tiene también cierta trama amorosa, dado que las damas no montan sobre sus propios caballos, sino que lo hacen en el mismo que los hombres; algunos autores han interpretado esto como una imagen del célebre “amor cortés”, pero no tenemos datos suficientes para sostener esa hipótesis.

9.-Septiembre:
Comienza el otoño y esta estación está totalmente relacionada con la vid y el vino. En este caso, tanto en San Isidoro de León como en el libro de horas del duque de Berry la escenificación de la vendimia aparece como protagonista indiscutible de ambas imágenes. En la de San Isidoro, el vendimiador corta cuidadosamente los racimos de uvas con una mano y los deposita en el cesto que sostiene en la otra. En el libro de horas del duque de Berry, vemos un extenso cultivo de vides, cuyas uvas son recogidas por siete personajes en distintas actitudes. Los motivos relacionados con la vendimia y el vino se mantienen inalterados; siempre aparecen, de un modo u otro, hasta finales del siglo XV, cuando este tipo de representaciones prácticamente desaparecen. Es un elemento que testifica la gran importancia de estos cultivos; el cultivo de la vid conoció una gran difusión por Europa occidental a lo largo de la Edad Media. Ya los romanos habían extendido su cultivo en algunas zonas muy concretas del mediterráneo, pero no es hasta los siglos XI y XII principalmente cuando se produce su gran expansión, siendo considerada como una de las grandes conquistas agrícolas de la Edad Media por su alta rentabilidad, su resistencia y adaptabilidad a distintos climas y suelos, por la deficiencia de los comercios interiores, que dificultaba enormemente los intercambios y porque el vino era un producto altamente demandado, tanto para la liturgia religiosa como por los nobles como signo de prestigio social en aquellos lugares donde escaseaba, y tenía asimismo una importancia fundamental en la alimentación diaria de las regiones vitícolas, llegando a difundirse, por su alto nivel calórico, como un producto de consumo habitual en toda Europa. Por estas circunstancias y algunas de menor importancia, el cultivo de vid alcanzó la mencionada expansión durante la Edad Media. Por otro lado, tanto los grandes señores (siendo este nuestro caso con el duque de Berry) como los monasterios y, desde el siglo XII, también las grandes ciudades en expansión, promovieron con distintos métodos los viñedos, dado que cada vez se reclamaba más vino, tanto para consumo propio como para el comercio (que, como se ha mencionado, aún tenía una escasa importancia, sobre todo a nivel interno). Las sucesivas crisis que tuvieron lugar durante los siglos XIV y XV no hicieron sino aumentar el cultivo de un producto de fácil salida comercial en un momento en que se comenzaba a evolucionar hacia una economía de tipo mercantil.

10 y 11.-Octubre y noviembre:

Llegamos a octubre. Las tareas agrícolas más significativas que se llevaban a cabo ya han terminado y las hemos visto en las representaciones anteriores. Nos volvemos ahora hacia la ganadería con la representación de la matanza del cerdo, de un gran peso en la economía familiar del campesino durante el invierno. En la representación del mes de octubre del panteón de San Isidoro asistimos al engorde de los cerdos, que se alimentan de las bellotas que el campesino hace caer hacia ellos. La habitual presencia en los calendarios hispánicos de los cerdos alimentándose de bellotas podría tener como propósito el resaltar que el aprovechamiento de las bellotas estaba dentro del derecho de pasto y explotación de los bosques. En la siguiente escena, la de noviembre, se procede ya a la matanza del cerdo que había sido engordando en octubre. El campesino inmoviliza al animal, que se agita, simplemente sujetándole por las orejas y ayudándose de una de sus piernas. En otras representaciones, sobre todo francesas, podemos apreciar distintos artilugios con los que se ayudaban a inmovilizar al cerdo, al igual que la gran diversidad de elementos con los que procedían a darles el golpe final; en San Isidoro se observa que el objeto en cuestión es un hacha que tiene el filo hacia fuera, procediendo a golpear al cerdo con el lado plano para no herirlo y poder así desperdiciar una parte del cerdo que podría ser muy valiosa.
Vemos en la imagen que el cerdo tiene diferencias importantes con respecto a los que conocemos
actualmente, aproximándose al aspecto del jabalí. Es precisamente una especie cercana al jabalí la más abundante en la Edad Media, con la cabeza alargada, orejas erguidas, patas también muy largas y pelo duro, oscuro y abundante, tal y como le vemos representado en la imagen. Estos cerdos, omnívoros, solían alimentarse en los bosques comunales principalmente de bellotas (como en la imagen de octubre), hayucos, raíces y frutos silvestres. Pero el avance de las roturaciones, con la consiguiente reducción de la superficie boscosa, dificultó la cría de cerdos, limitándose progresivamente en las ordenanzas locales el número de animales que cada campesino podía llevar a los bosques comunales y, desde la Baja Edad Media, el cerdo comenzó a ser reducido cada vez más a la pocilga, alimentado con los desperdicios de la casa y de la granja y por los residuos de los molinos.
En el libro de horas del duque de Berry, vemos como el motivo de la matanza del cerdo se mantiene, pese a los siglos, en el mes de noviembre, pero el tema cambia en lo tocante a octubre, representando otra importante actividad agraria: la arada de otoño. En esa faena se procedía a arar la tierra y sembrar las semillas de invierno para las cosechas del próximo año, marcando así la continuidad cíclica del calendario agrícola. Solía realizarse antes de la llegada de las lluvias y, aunque en la imagen vemos que se realiza con la ayuda de un caballo, se acostumbraban a utilizar más a menudo los bueyes como animales de tiro. Como vemos representado con el personaje en primer plano, la tierra se sembraba inmediatamente después de ser arada, cuando lo más común es que ambas escenas aparezcan separadas: por un lado, el arado y, por otro, la siembra, aunque se documenta a menudo en los calendarios españoles, como son los existentes en los claustros de la catedral de Pamplona o en el frontal de Arteta; quizá por influencia española (recordemos que el libro de horas del duque de Berry es francés) se unificaron ambas imágenes. Con la sementera terminan las labores agrícolas que el campesino debía realizar y, tras la matanza del cerdo, se pasaba al denominado “descanso invernal”.

12.-Diciembre:

Finalmente, llegamos al último mes del calendario, dentro ya del denominado “descanso invernal” que ya mencionábamos al hablar de febrero caracterizado por la ausencia de tareas agrícolas. A causa de esta ausencia, diciembre, enero y febrero presentan una iconografía que puede ser fácilmente intercambiable, con dos grandes protagonistas: el fuego (que nos encontramos en febrero tanto en San Isidoro como en el libro de horas del duque de Berry) y la comida (en enero en el duque de Berry y en esta imagen en San Isidoro). La mesa con viandas integra el tema denominado “banquete”; en sus primeros ejemplos se compone de un hombre solo, sentado ante una mesa provista de alimentos, pero nuestra imagen tiene la singular característica de que el personaje central parece estar bendiciendo un pan y un vino, signo de la Eucaristía, añadiendo, por tanto, al tema del banquete una representación religiosa muy poco habitual en otras representaciones de calendarios. La representación del panteón de San Isidoro es una de las más antiguas representaciones que se conservan sobre el posterior tema del banquete señorial que tanto éxito tuvo en el siglo XV, del que vimos buen ejemplo en el mes de febrero con el libro de horas del duque de Berry.
Por último, en el libro de horas del duque de Berry, nos encontramos una nueva es
cena de caza, que complementa la que nos encontramos en el mes de agosto; es el fin de la partida de caza, al igual que diciembre es el último mes del año. No aparecen nobles en la escena; este hecho se ha interpretado como una reminiscencia de la matanza del cerdo dando caza a un jabalí salvaje (dudoso, dado que en noviembre esta fue convenientemente representada), o, más probablemente, la presencia de los monteros que vemos en primer término evoca uno de los momentos de la cacería en la que el montero llamaba al caballero para rematar la pieza en agonía.





Bibliografía:

Cantera Montenegro, Enrique: “La agricultura en la Edad Media”, Madrid, arco libros, 1997.
Hagen, Rose Marie & Rainer: “Los secretos de las obras de arte tomo 1”, Taschen, 2000.
Mitre Fernández, Emilio: “Introducción a la historia de la Edad Media europea”, Madrid, Istmo, 2004.
Pérez Higuera, Teresa: “Calendarios medievales”, Madrid, ediciones Encuentro, 1997.
Vinayo González, Antonio: “Real Colegiata de San Isidoro. Historia, Arte y Vida”, León, Edilesa, 1998.
¡Espero que os guste!
Rocío Martínez López

martes, 23 de octubre de 2007

Introducción a la Historia Económica

Podemos decir que la economía de la Edad Moderna es una economía de transición. En este momento empezaron a producirse cambios que desembocarían en una transformación de la misma. Surgió entonces la llamada economía capitalista, una economía que buscaba el beneficio. Por otro lado, el mercado fue adoptando cada vez una mayor significación.

En el periodo que nos corresponde estudiar, comenzaron a hacerse patentes los primeros signos del fenómeno que hoy en día conocemos como globalización. Por ello esta época es conocida como “First Global Age”. No obstante se trata de una globalización arcaica a pesar de que el descubrimiento de América junto con el comercio con Asia y África, erigieron por primera vez un comercio a nivel mundial.

I. Wallerstein, sociólogo estadounidense, vinculó el nacimiento de nuevas economías con el fortalecimiento de las monarquías. Según el propio autor la economía ha ido discurriendo a lo largo de los años a través de tres puntos que representan a los países más avanzados y a los menos avanzados; éstos dependerían totalmente de los demás. Esta teoría habría que estudiarla más a fondo ya que seguramente los países más avanzados dependan también de los menos avanzados para poder desarrollar su economía. Frente a la teoría de Wallerstein destaca la teoría del crecimiento polinuclear, defendida por Bartolomé Yun Casalilla.

La historia económica es una disciplina propia de historiadores y de economistas, por ello las teorías y las interpretaciones pueden ser muy diversas. La historia económica surgió con Adan Smith y se consolidó con tres escuelas fundamentales:

- Los Annales, donde destacan sus fundadores L. Febure y M. Bloch, autores de Annales d'histoire économique et sociale. Ya en su segunda generación destaca la figura de F. Braudel y su “historia total”.

- Marxismo británico, cuyo estudio se centró en el tránsito del feudalismo al capitalismo. Destacan M. Dobb, P. Sweezy y R. Brenner. Estos tres autores estudiaron el mercado para explicar el tránsito del feudalismo al capitalismo y Brenner llegó a la conclusión de que lo importante par explicar esto era estudiar las relaciones sociales.

- La cliometría, escuela americana que se caracteriza por una radicalización de la cuantificación y matematización de conceptos o hechos históricos. Destacan autores como Conrad y Meyer y también Fogel. La cliometría llama la atención por usar una técnica de historia contrafactual, que consiste en analizar hechos alterados para saber que podría haber pasado si esos hechos hubiesen sido así. La cliometría ha sido una escuela muy criticada debido a esto.

Estas escuelas fueron criticadas por considerar que el hombre actúa exclusivamente por intereses económicos, que toda acción humana está encaminada a conseguir un beneficio. Esto nos llevaría a un arduo debate acerca de si existe o no el altruismo.

Elena Fernández Rubio