sábado, 24 de noviembre de 2007

La fisiocracia

La fisiocracia es un sistema económico muy complejo que predomina durante todo el siglo XVIII. Surge en la Francia de la Ilustración y se extendió por el resto del continente con gran celeridad. La fisiocracia es ya una escuela de pensamiento propiamente dicha, a diferencia del mercantilidmo, y la cosideramos así por la coherencia de sus ideas y porque el grupo fisiócrata actuará de forma unitaria. Este movimiento surgió en Francia porque en este país no se había establecido un capitalismo naciente como en otros países y la agricultura tenía un gran peso en su economía. Pero también hubo razones sociopolíticas para su surgimiento: el reinado de Luis XIV constituyó una época boyante hasta aproximadamente el 1.700, cuando comenzó la crisis. La fisiocracia surgió entonces, en buena medida, como una reacción frente al apoyo que hacía Colbert a la industria.

La fisiocracia revitaliza el valor del producto agrícola como fuente primaria de riqueza. Al contrario del mercantilismo, piensan que la riqueza puede ser creada y que la agricultura es la única forma de hacerlo. La fisiocracia es, además, un sistema muy conservador, pues revaloriza la figura del propietario de la tierra, esto es, la nobleza terrateniente propietaria de esa tierra. Este sistema fisiocrático va a apoyar el absolutismo imperante, denominado despotismo ilustrado, pero, pese a no ser un movimiento revolucionario sino que apoya el sistema imperante, introduce de manera involuntaria cambios, como puede ser el hecho de que defenderá para la agricultura el libre comercio. De igual modo, al pensar que la agricultura era lo más importante, para ellos el comercio, la artesanía y la industria dependían de ella y era secundarias, consideradas como clases estériles. Además del absolutismo, apoyarán de igual manera los privilegios, a los propietarios de las tierras, el libre comercio agrícola y acuñaron el término de producto neto como sinónimo de riqueza, pues es la diferencia entre la producción agrícola final y los gastos que produce su puesta en marcha. Este concepto será básico en el sistema económico actual.
Pero, una de las grandes carencias de los fisiócratas fue la subida de precios, que apenas tocaron, al igual que el tema de los salarios. Para ellos, el propietario es el destinatario último de los beneficios, por lo que los salarios de los trabajadores son reducidos al mínimo necesario para la supervivencia. Además, los propietarios deben estar obligados a poner en producción todas sus tierras, con lo que contravienen los llamados "bienes de manos muertas", socavando así privilegios del Antiguo Régimen; el rey debería ayudar, incentivar y obligar a cultivar esas tierras, ya que es bueno para el país y la monarquía, que con los grávamenes tendría mayores recursos.
La fisiocracia tuvo una relación muy cercana con la Ilustración en boga en el siglo XVIII, teniendo la agricultura por los primeros defendida una importante presencia en la Enciclopedia e, incluso, comparten varios ideales, como es el de la búsqueda de la felicidad, entre otros, adecúandose perfectamente al siglo en el que surgió.


Entre los fisiócratas más importantes destacan tres celebridades:


1.-François Quesnay (1694-1774): Fue un médico de la corte de Versalles llegando a ser médico oficial de la amante de Luis XV, madame de Montespan. Su obra más importante fue la Tableau économique, que contenía los principios de las ideas fisiócratas. Es quizá el primer trabajo que busca el funcionamiento de la economía de forma analítica y una de las obras más importantes del pensamiento económico de todas las épocas.


2.-Jacques Turgot (1727-1781): Fue ministro de hacienda de Luis XVI y estuvo vinculado a la reforma de la agricultura. Fue uno de los más influyente de los fisiócratas. Escribe, entre otras cosas, Memoria sobre los préstamos con interés y Reflexiones sobre la formación y la distribución de la riqueza.




3.-Pierre Samuel du Pont de Nemours (1739-1817): Fue un gran difusor de las ideas fisiócratas: editó libros sobre la agricultura, revistas agrícolas, calendarios...Diputado en 1789 en los Estados Generales por el distrito de Nemours, fue primero partidario de la Revolución, y ejerció en 1790 de presidente de la Asamblea nacional constituyente. Votó a favor de las más importantes reformas, pero tuvo que sufrir las iras del pueblo al mostrarse contrario a la creación de los assignats y de haber manifestado su apoyo al rey. Emigró a Estados Unidos, manteniendo fuertes vínculos con su gobierno y su hijo Eleuthère Irénée, fundó la empresa E. I. du Pont de Nemours and Company, que pervive hasta la actualidad.


En España, las ideas fisiócratas tuvieron una gran difusión, gracias, en buena medida, a las Sociedades Económicas de Amigos del País. Se dan proyectos fiscales muy importantes en el país: en la época de Fernando VI (1746-1759) se inicia una reforma para unificar todos los impuestos en uno solo, directo y progresivo. Es el llamado proyecto de Única Contribución, influido por la Ilustración y la fisiocracia. Relacionado con este proyecto se realiza el célebre catastro del marqués de la Ensenada, proyectado en un principio únicamente para Castilla.

Rocío Martínez López

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Variantes nacionales del mercantilismo

Dentro de cada país, hubo pensadores mercantiles que defendieron sus propios intereses o los de su país.

En el caso de España el mercantilismo llegó a través del arbitrismo. Los arbitristas respondían al deber de todo vasallo de ayudar a su señor aconsejándole, a cambio el Rey también tendría que ayudar al vasallo. El arbitrismo es el pensamiento arcaico económico español, se preocupó por la decadencia de Castilla, se hizo mucho hincapié en evitar que Castilla se convirtiera en las Indias de Europa ya que todo el oro y plata que llegaba de América iba a parar a Europa. Los arbitristas fueron muy criticados en la época y eso se ha mantenido hasta hace muy poco. Algunos arbitristas importantes fueron Luís Ortiz, Caxa de Leruela o Juan de Mariana. El arbitrismo fue muy importante durante el siglo XVII. Ya en el siglo XVIII los proyectistas continuaron con la labor de los arbitristas aunque ya eran más precisos en la identificación de problemas, eran personas más formadas. Los proyectistas propusieron el restablecimiento de los sectores productivos poniendo gran énfasis en la industria, apoyaban también una política comercial proteccionista. De los proyectistas el autor más importante fue Bernardo Ward.

En Inglaterra los autores del mercantilismo intentaron responder a cuestiones particulares, no crearon un modelo de funcionamiento de un sistema económico en su conjunto. Destacan autores como Malynes, Misselden, T. Mun, Cary, Child, Locke y W. Petty, estos autores se preocuparon por tres temas básicos. En primer lugar se preocuparon por la balanza comercial positiva, Malynes, Misselden y T. Mun creían que había que apoyarse en el sector secundario y el sector terciario para solucionar la exportación de metales preciosos y conseguir las mayores importaciones posibles de éstos. Cary y Child también apoyaron esta doctrina pero en términos de estímulo para la producción y renta y así fomentar el empleo (esta idea la recuperaría en un futuro Adan Smith), de esta forma se crearía trabajo y riqueza. En segundo lugar desarrollaron el tema de las tasas de interés, Child y Locke propusieron que se redujeran las tasas de interés del dinero ya que consideraban que si se ponía más dinero podrían descender las tasas del tipo de interés. W. Petty ignoró la doctrina de la balanza comercia y lo que hizo fue aportar un modo de medición económica en términos de números, pesos y medidas en su obra Aritmética política. Hay que tener en cuenta que hasta este momento las medidas no eran cuantitativas sino cualitativas ya que en el contexto de desigualdad del Antiguo Régimen no se concebía que las medidas fuesen las mismas para todos.

El pensamiento francés se caracteriza por el empeño que se puso en el desarrollo de la industria, su máximo representante fue Colbert. Colbert pensaba que había que fomentar las manufacturas y la producción industrial mediante un intervencionismo brutal, había que procurar la exportación y así atraer la riqueza. El Estado para que esto funcionara tendría que poner el dinero o hacer una exención de impuestos. El colbertismo también apostó por la autosuficiencia económica del país, esto quizá es lo que más diferencia al pensamiento mercantil francés aunque hoy en día sabemos que sería imposible. También había que crear una balanza comercial favorable mediante la mejora de la producción industrial, había que obstaculizar la importación de productos manufactureros para que no se hund
iera la industria del país. En el caso francés destacan autores como Laffemas, Montchretien y el propio Colbert, eran autores poblacionistas y consideraban que la población debía estar ocupada en sectores productivos.

En los Países Bajos hubo un gran interés por el comercio (eran los grandes comerciantes de la época), se dieron unas ideas de proteccionismo más moderadas. Otra cuestión que trataron fueron las disquisiciones sobre las prácticas bursátiles, en este tema destaca Joseph de la Vega, autor de un tratado llamado Confusión de confusiones, considerado el primer tratado de operaciones bursátiles. Joseph de la Vega hizo duras críticas al mundo de la bolsa y a aquellos que tenían deseos de enriquecerse. Otro autor importante fue Hugo Grocio que en 1609, año en el que tuvo lugar la tregua de los 20 años, publicó su obra Mare Liberum donde defendió la libertad de viajar, navegar y comerciar, también apostó por la libertad de negociación y comercio con las Indias e intentó contrastar la política comercial y pesquera de Inglaterra.

Elena Fernández Rubio

miércoles, 14 de noviembre de 2007

COLBERTISMO: MERCANTILISMO FRANCÉS


Jean Baptiste Colbert (1619- 1683), nacido en Reims, fue una de las figuras más destacadas dentro del mercantilismo francés. Pertenecía a una familia de comerciantes textiles. Fue intendente de la fortuna personal de Mazarino y durante la Fronda, intermediario entre éste y la reina. Fue el creador de la contabilidad pública moderna, obligando a llevar un libro de entradas, otro de salidas y un tercero de fondos. Fue nombrado superintendente de Hacienda (1665) y secretario de Estado (1668) y de Marina (1669). Como ministro de Luís XIV, institucionalizó la exportación de productos franceses para crear oro y a cuyos efectos desarrolló de forma muy importante la industria gala. Por todo ello, el mercantilismo francés es conocido como colbertismo. Consiguió el progreso de Nueva Francia (Canadá) y convirtió este territorio en el almacén de trigo de Francia. Hasta entonces la penetración francesa en las orillas del río San Lorenzo había sido muy leve.
Su principal objetivo estuvo dirigido a la reforma financiera del Estado. La contabilidad se hizo más racional y se redujeron los gastos a la hora de recaudar impuestos. Mediante la creación del monopolio de tabacos y el impuesto del timbre, logró equilibrar la balanza de pagos. Se interesó por la creación de nuevas industrias y estimuló el desarrollo de la marina mercante para fomentar la expansión colonial. Para lograr estas metas, se fundaron las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales en el año 1664. Con el fin de fomentar el mercado interno y el desarrollo industrial, se construyeron importantes obras públicas como el Canal del Midi.

La doctrina económica que puso en marcha está basada en la idea de que la prosperidad y el poder de un país están íntimamente unidos a la cantidad de oro que el Estado tenga en sus arcas y a la riqueza de sus ciudadanos, fomentando el proteccionismo y las industrias nacionales.


A continuación se muestra un texto que relata un Proyecto de Monsieur Colbert al rey Luis XIV de Francia sobre el comercio:

“La prosperidad del comercio depende de una profunda industria en dar valor a todos los frutos naturales del Reino en todos los diferentes usos en que pueden ser empleados. Para lo cual es necesario tener anualmente relaciones puntuales de todo lo que se produce en Francia, de lo que consume, de lo que envía a países extranjeros y de lo que recibe, a fin de hacer un cómputo del valor de las mercancías o efectos de que se descarga por su abundancia con el valor de los que recibe por necesidad. Es preciso también saber cuánto ha de pagar en especies de oro y plata por los géneros que recibe a más de los equivalentes naturales que entrega; porque no se puede dudar de que sus equivalentes no la compensan enteramente. La prueba es evidente por el gran número de navíos extranjeros que entran en los puertos de Francia cargados en parte con mercancías finas, y que se vuelven los unos con géneros de lana, los otros con efectos de mayor volumen y por consiguiente de menos valor. Y como de esta falta de equivalencia resulta que los extranjeros se enriquecen y el Reino se empobrece, es necesario sacar el desquite por los medios más naturales”.


Iciar Fernández Rodríguez

domingo, 11 de noviembre de 2007






Título: Miniatura de febrero de “Las muy ricas horas” del duque de Berry.
Autor: Los hermanos Herman, Paul y Johan Limbourg.
Fecha: Hacia 1415.
Medidas: 15,4 x 13,6 cm.
Lugar de conservación: Musée Condé de Chantilly, París.


Francia, plena Guerra de los Cien Años. Los soldados recorrían el país arrasando las zonas rurales, el frío empujaba a los lobos a salir del bosque y las malas cosechas significaban hambre y epidemias que amenazaban con acabar con la mayor parte de la población. La nieve recubre el paisaje ondulado y por encima se extiende un pesado cielo gris. Al fondo, un pueblo con la iglesia y, en primer término, una casa de labor. Un hombre conduce al asno cargado hacia el pueblo, mientras otro está cortando un árbol. La chimenea está encendida en la casa abierta del primer plano. Tres figuras, sentadas frente al fuego se levantan la ropa para que el calor les llegue antes al cuerpo. La imagen de la vida rural, tal y como aparece en nuestra miniatura de febrero, mientras un mundo en paz y en armonía. Todo parece estar en su sitio y seguramente, para las clases dirigentes de aquel tiempo, para uno de cuyos representantes estaba destinada esta miniatura, seguramente así fuera.


Pero la realidad a comienzos del siglo XV no en absoluto idílica. Por aquel entonces la nieve, el hielo y el frío eran una amenaza muy peligrosa. Los lobos salían del bosque en los duros inviernos para robar ganado, la madera escaseaba, al igual que la comida. Cuando una helada sorprendía a los sembrados en primavera, las cosechas eran parcas, los campesinos pasaban hambre y pronto caían víctimas de las epidemias. Si había varios inviernos malos, la población disminuía drásticamente. La mayoría de las láminas del “Libro de horas” se pintaron entre 1408 y 1416; en ese espacio de tiempo, hubo por lo menos dos años durísimos de grandes hambrunas y epidemias que se vinieron a juntar con los estragos de la guerra. En las crónicas de la época se habla siempre de inundaciones y sequías, de la soldadesca, de escaramuzas y batallas. Francia se encontraba, como ya hemos mencionado antes, desde 1337 en guerra contra Inglaterra cuyos reyes reclamaban el derecho a la sucesión francesa, A la guerra contra los ingleses se sumaron las contiendas internas; en Francia reinaba el caos y los habitantes vivían bajo continua amenaza. Aunque los castillos y murallas ofrecían cierta protección, las gentes del campo estaban a merced de los soldados que vagaban por todo el país. Si podían, huían al bosque. Para descubrir el peligro a tiempo, la población había dispuesto vigías en las torres de las iglesias que avisaban de la llegada de los soldados con campanadas o tocando el cuerno. La torre de una iglesia evocaba para las gentes de la época algo más que los servicios religiosos. En ese contexto podemos incluir la torre de la iglesia que se ve al fondo de la imagen.


Es difícil identificar la carga del asno, posiblemente fuera madera. Para cocinar y calentar las cosas solo se utilizaban las ramas y la leña menuda, por lo menos la gente del pueblo. Los troncos grandes iban a parar a la chimenea del duque o servían para construir casas. La figura lleva un sayo tosco propio de los campesinos y mozos de labranza. Para protegerse del frío se ha puesto un saco por encima de la cabeza. Al contrario que burgueses y aristócratas, no podía llevar una piel, incluso aunque se lo pudiera permitir, pues lo prohibían las reglas del vestido. “El campesino procura la púrpura al rey trabajando en el surco”, se dice en un poema épico, Ysengrimus, escrito hacia 1150, “pero un sayo de estopa araña su cuerpo”. Aproximadamente el 90% de la población eran campesinos y siervos que constituían el estamento inferior. En la sociedad estamental imperante en la época, cada estamento de la sociedad cumplía una función: la nobleza, en teoría, defendía al estado militarmente, primero, y ya en la Edad Moderna políticamente; el clero cubría las necesidades espirituales de la nación y el tercer estado, aquellos que no tenían una ocupación determinada y que servían al resto. Ese era el orden teórico que imperaba en el momento en que se pintó esta miniatura, pero en 1358 se produjo uno de los primeros levantamientos del campesinado, que fue sofocado de manera sangrienta. Los campesinos no se habían reivindicado el sistema feudal anteriormente descrito, que consideraban divino y natural, sino contra los excesivos impuestos de la nobleza debilitada, pues, en plena guerra, los gastos del rey y la nobleza se resarcían aumentando aún más los impuestos de los campesinos que, además de dinero, debían darles también grano, carne y aves, aparte de mantener a los ejércitos si decidían instalarse en su territorio y soportar las rapiñas y los destrozos que dejaban las tropas a su paso. Defourneaux, un cronista de la época, escribió : “Cuando el pobre ha pagado los tributos [vuelven otra vez los recaudadores de impuestos] y le quitan el puchero y la paja. El pobre ya no tendrá pan para comer”. La Guerra de los Cien Años aumentó aún más la miseria.


Después de esta introducción, volvamos al cuadro. Fijémonos en la torre cilíndrica que aparece a la derecha de la imagen. No es muy habitual. Es un palomar. Por aquel entonces, las palomas no se criaban para comer, o, por lo menos, no en primer lugar, y como aves mensajeras tampoco jugaban un gran papel. Sin embargo, eran muy importantes como productoras de abonos en una época en la que los fertilizantes brillaban por su ausencia. El estiércol de paloma se consideraba mejor que el de oveja, cerdo o vaca y se utilizaba sobre todo para fertilizar las huertas de pequeño tamaño. El estiércol de paloma no perdería su importancia en Europa hasta la introducción del abono artificial. Los palomares eran, por tanto, fábricas de estiércol que se montaban buscando la máxima producción. Alrededor de las paredes interiores se abrían pequeños huecos para los nidos que comenzaban a una cierta distancia del suelo, donde caía el estiércol, y terminaba a una determinada distancia por debajo de los orificios de entrada superiores, ya que estás aves no les gusta anidar cerca de los puntos muy frecuentados; por ello, las torres no se levantaban en medio de la finca o de las casas de los campesinos, sino en las lindes, a ser posible al abrigo de algún bosque cercano, tal y como los pintores lo representan en la pintura. Pero si las palomas eran muy apreciadas por su abono, también eran temidas por su apetito voraz, ya que caían en bandadas sobre los campos recién sembrados y acababan con las semillas. De ahí que la población de palomas estuviera rigurosamente limitada y, aunque los campesinos podían mantener un par de ellas en el tragaluz de su casa, disponer de un palomar propio era derecho exclusivo de los señores feudales. En los tiempos del duque de Berry, los palomares torreados habían llegado a convertirse en un símbolo de estatus social, ya que la extensión de las propiedades podía llegar a medirse por el tamaño del palomar. La regla permitía un nido por arpende, lo que equivalía aproximadamente a media hectárea. Calculando su altura podríamos adivinar la extensión de las propiedades del duque de Berry y, por tanto, su poderío tanto político como económico. El privilegio de tener un palomar no fue derogado hasta el 4 de agosto de 1789, en el que fue abolido junto a otros privilegios feudales.


En la pintura también se ven unos panales y rebaños. Los panales colocados sobre el caballete de madera delante de la cerca de mimbre están vacíos. La razón es sencilla: en otoño los panales se colocaban encima del fuego para que las abejas se asfixiaran con el humo y la miel y la cera se derritiesen, teniendo así previsiones para el invierno en el que nos sumergimos en esta imagen. En aquella época, la miel era prácticamente el único producto para endulzar que existía en Europa. Aún quedaban setenta y siete años para que el descubrimiento de América impulsara el gran salto comercial de occidente y el azúcar que se traía de Asia era un gran lujo que muy pocos podían permitirse. En este orden de cosas, por tanto, la miel era un producto muy apreciado por todos los estamentos de la sociedad. La cera, no es necesario decirlo, servía para hacer las velas que iluminarían el invierno, si había suerte. Si no era un buen año, casi todas las velas irían a parar a los privilegiados. Cuando llegaba la primavera, iban al bosque a coger nuevas abejas para comenzar de nuevo el ciclo anual.


Por otro lado, el único rebaño que vemos en la pintura es de ovejas. En las granjas medievales eran los animales más habituales, ya que daban carne, leche, lana y, a diferencia de las vacas, podían mantenerse también en suelos pobres. Phillipe Contamine, en su obra “La vie quotidienne pedant la guerre de cent ans” dice que en un pueblo se criaban cientos de ovejas, pero sólo una decena de vacas lecheras. Es probable que esta proporción fuera bastante representativa para la época. Pero si esta miniatura representa solo a las ovejas, no se debe solo a su gran número. Las ovejas eran muy apreciadas, no solo entre rapaces y campesinos por su gran utilidad, sino también entre las damas de la clase alta. No por parecer anecdótico se debe despreciar este dato: la lírica pastoril, que se haría tan popular en el siglo XVIII durante el Rococó, comenzó ya en esta época. Las damas mandaban construir bonitos rediles de pequeño tamaño, escogían sus animales preferidos, ataban cintitas a los corderitos, etc. En los libros de gastos domésticos de la corte francesa figura en el año 1398 la cantidad exacta que la reina Isabel de Baviera gastó en su redil de Saint Ouen: 4.000 táleros de oro. Esta nada despreciable cantidad nos hace recordar que algunas imágenes, aunque nosotros podamos usarlas ahora como espejo para ver en las costumbres y realidades de tiempos pasados, estaban destinadas a los estamentos privilegiados y mostraban la vida tal cual ellos la veían. Por ello, no sólo debemos tener en cuenta a la hora de analizar esta imagen los conocimientos que tenemos acerca de la forma de vida y las costumbres de los campesinos, sino también la época en la que se inscribe, mentalidad y el pensamiento que tenían aquellos a los que iba dirigida la imagen.


Por último, pero no menos importante, nos llama poderosamente la atención la casa abierta del primer plano. Aunque sean las propiedades del señor feudal las que se representan en la miniatura, la casa o el palacio y la mayoría de los edificios restantes quedan ocultos. Pero podemos adivinar el resto gracias a una descripción que se conserva de 1377. El palacio del señor incluía, dejando a un lado las habitaciones y apartamentos lujosos del señor, cuadras, establos, un edifico de cocinas para la servidumbre, una capilla y una “casa de campo” con dos habitaciones en las que vivía “el administrador”. Esta es la casa que aparece en la imagen. Podemos distinguirla porque no vivían como los campesinos pobres. Las cabañas de los jornaleros tenían el fuego en el centro y el humo se elevaba sin chimenea hacia el techo. Aquí, sin embargo, vemos la chimenea a la izquierda. La gente pobre dormía sobre sacos de paja y aquí se ha representado una cama al fondo; los pobres solo tenían las ropas que llevaban puestas y aquí, por el contrario, podemos ver algunas prendas colgadas en las barras del fondo. Esos pequeños detalles nos indican una posición social más elevada para sus habitantes que el común de los campesinos.


Vemos tres figuras sentadas calentándose al fuego con las ropas levantadas. Las dos figuras de atrás las levantan hasta dejar al descubierto sus genitales. Esto era una práctica común. La simple falta de espacio negaba cualquier tipo de intimidad; cuando duerme toda la familia en la misma cama, muy poco puede quedar oculto y aquí se expresa con toda su crudeza. Pero son las clases dirigentes las que al final imponen sus costumbres: la mujer del primer plano aparece más recatada y son sus ropas un poco más lujosas que las de sus dos acompañantes. Ignoramos su posición social, pero tiene claramente una posición más elevada que sus dos acompañantes, por lo que sus compañeros, tarde o temprano, tratarán de imitarla para acercarse a ese estatus superior que ella representa, al igual que se ha hecho durante toda la existencia del hombre.


Bibliografía:


Cantera Montenegro, Enrique: “La agricultura en la Edad Media”, Madrid, arco libros, 1997.


Claramunt, S. (coord.): "Historia de la Edad Media", Ariel, 1992.

Hagen, Rose Marie & Rainer: “Los secretos de las obras de arte tomo 1”, Taschen, 2000.


Rocío Martínez López

viernes, 2 de noviembre de 2007

El mercantilismo

En una primera aproximación al mercantilismo, podemos observar que esta teoría defenderá un intervencionismo legislado que tendrá como objetivo acrecentar el poder del rey y los ingresos fiscales (impuestos) y no fiscales (que son variados, como pueden ser los ingresos por venta de patrimonio regio, entre otras). Para conseguir este objetivo, se darán diferentes vías: se dará, en primer lugar, un trato de favor a la producción de las tierras propias; se darán, pues, políticas proteccionistas que pueden llegar incluso a fomentar la autarquía, fomentando una importante política arancelaria. En segundo lugar, la monarquía creará también empresas reales o estatales y, en tercer lugar, los estados coloniales intentarán conservar el monopolio comercial con sus colonias.
Por otro lado, los ragos más importantes por los que se caracteriza el mercantilismo son:

1.-El poblacionismo: se piensa que un Estado es más rico cuanta más población tiene.
2.-Bullonismo: la riqueza de un Estado se mide por la cantidad de metales preciosos que atesora; por tanto, el mercantilismo intentó atesorar todos los metales preciosos que se pueda, en un concepto estático de la riqueza.
3.-Para conseguir un mayor número de metales preciosos se desarrollarán dos vías: un control férreo y exhaustivo de las minas, como ocurrió en los territorios hispánicos y en Portugal o, si no se puede controlar las minas o no se tienen propias, se controla y fomenta el comercio, como ocurrió en los Países Bajos, Francia e Inglaterra.
4.-Conseguir siempre una balanza comercial favorable.
5.-El objetivo mercantilista final es el fortalecimiento de las Monarquías, el fortalecimiento del Estado.

-Historiografía sobre el mercantilismo:

Debemos tener en cuenta que la percepción actual que tenemos del mercantilismo procede de lo escrito al respecto desde el siglo XVIII. Los analistas del siglo XVI y XVII no sabían ni tenían conciencia de pertenecer a una escuela. La palabra "mercantilismo" en sí misma es un término peyorativo que acuñó la escuela fisiocrática y popularizó Adam Smith para denominar a todos los que no seguían el concepto del "Laissez faire".
Hasta 1874 no se considerará como una escuela en sí misma. Fue entonces cuando Roscher establecerá el mercantilismo como una teoría positiva, como un avance respecto a las teorían anteriores, orientada al fortalecimiento del Estado, aunque debemos tener en cuenta que su teoría se encuadra dentro del ámbiente político de la unificación alemana. Posteriormente sería Heckscher quien se convertiría en 1931 en el autor clásico del mercantilismo: enunció que el mercantilismo era un sistema de poder y conlleva una política de unificación nacional, destacando la coherencia de su política, pero también la debilidad de su puesta en práctica.
Pero Heckscher recibe importantes críticas, sobre todo procedentes del mundo anglosajón, con personalidades como Viner y Coleman, que niega la existencia de una escuela como tal y que el mercantilismo es una invención hecha a posteriori. El debate sobre la existencia o no del mercantilismo como escuela antes del XIX sigue abierta e inconclusa, en constante renovación.

Rocío Martínez